¿Qué ocurrió después? Se divorciaron. En la vida real se detestaban, aunque tampoco podían estar sin los mensajes del otro. De manera que solo podían divorciarse. Los dos se acusaron de infidelidad.
El ya no quería irse a la cama conmigo. Yo le decía que, ya que por el día no nos veíamos, por lo menos aprovechásemos las pocas horas de la noche para estar juntos como cualquier matrimonio. Pero Javier siempre me respondía con la excusa de que tenía que concluir un trabajo para su empresa. Terminaba de cenar y se encerraba en otra habitación de la casa. Y allí se quedaba hasta las cuatro o las cinco de la madrugada delante del ordenador. Así noche tras noche. Hasta que ya no pude más y me fui a un abogado. ¿El juicio? Aún no tenemos fecha».
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